Es el nombre más mentado. Que es una
realidad, algo así como una práctica antropófaga. O una costumbre criolla, que
también. O un tic. “Tumbémonos a la Caperucita Roja” ¿Por qué? Porque sí.
Porque es roja. Porque en seis meses no ha hecho nada. Porque no tiene
autoridad. Porque es incompetente. Y encima, también es verde. Algo ya
inconcebible, digamos. ¿Y cómo hacemos?
Revoquémosla ¿Y cómo se hace eso?
Recolectando firmas ¿Cuántas? Cuatrocientas mil. ¿Y después qué? Se le
vaca. ¿Y luego? Asume Eduardo Zegarra. ¿Pero no era que Zegarra era más rojo
que Villarán? Sí, pero después igualito
lo revocamos. ¿Y eso qué supone? Recolectar más firmas, invertir más tiempo y
más plata. Y así.
Lo curioso es que todo lo alientan apristas simpatizantes de
Solidaridad Nacional, y hasta el propio Luis Castañeda “El pueblo la puso y el
pueblo la puede sacar” ha dicho Mister
Comunicore.
La lógica perversa en esta maquiavélica
historia apunta aparentemente a revocar de sopetón a toda la lista de fuerza
social. Con ello, de lograrse este cometido, quedaría como alcalde interino el
señor Guillén, del grupo político de Lourdes Flores. Y luego se convocaría a
elecciones complementarias dentro de los noventa días siguientes a la
revocatoria. De esta manera Castañeda
podría ser candidato y de ser elegido, retornaría a la municipalidad para fruición de Fabiola Morales y su combo, quienes deben
estar frotándose las manos como moscas angurrientas después de haber concebido
este plan. Bueno, que los enemigos de la alcaldesa reclamen la revocatoria no
es algo que extrañe a decir verdad. Pero que el mismísimo Castañeda lo haga, me
parece además de un gesto muy conchudo y
desvergonzado, de muy mal gusto. Digo yo.
Porque si recordamos lo que hizo el anterior
burgomaestre en sus primeros seis meses de gestión fue NADA. Para decirlo en
forma de resumen ejecutivo y así con mayúsculas y luces de neón NADA, aunque para ser honestos, algo hizo y dejó de hacer, como ha
recordado Diego Grados en Diario 16.
A saber: Desechó el Informe Bratton. Y a
partir de ese instante histórico, Castañeda Lossio nunca más se preocupó por el
tema de la Seguridad Ciudadana. NUNCA MÄS. Acusó a Alberto Andrade de dejarle
millonarias deudas, sin exhibir una sola prueba. NI UNA. Suspendió la Bienal de
Lima. Permitió que los ambulantes –formando hordas- regresaran al Mercado
Central y al Barrio Chino. Cambió de lugar la estatua de Pizarro al Parque de
la Muralla sin consultarle a nadie y con los argumentos más delirantes y
lisérgicos que se hayan escuchado por parte de un alcalde de la ciudad de Lima.
Se dedicó a perseguir meones como si
se tratase de la Novena Cruzada. Y punto.
En cambio en el mismo tiempo Villarán ha
instalado el comité Metropolitano de
Seguridad ciudadana, ha creado puestos de auxilio rápido en el Cercado; ha
renegociado el contrato con la empresa a cargo de la Línea Amarilla, para que el 7% del Peaje lo reciba el municipio (la
gestión anterior cedió todo el peaje); ha dado a conocer la autoría del caso
Comunicore (que destapó este diario); ha iniciado el programa Adopta un árbol para fomentar las áreas
verdes: ha aprobado un presupuesto de 200 millones para el proyecto de la
Coasta Verde; ha inaugurado dos Hospitales de la solidaridad (los que según la
contracampaña electoral, iban a desaparecer); ha iniciado la ampliación y remodelación de obras de
infraestructura vial en diferentes sitios de la capital; ha recuperado la
ciclovía de la Av. Arequipa; entre otras cosas que no son moco de pavo.
Ahora, es cierto, el tráfico sigue siendo
insoportable, la delincuencia continúa y los problemas de Lima en su conjunto
son agobiantes todavía. Sí, pues, apenas tiene seis meses en el cargo. Pero ya
hizo más de lo que Castañeda exhibió en su momento. S8i no somos capaces de ver
esto, por lo menos apreciemos que esta alcaldesa está tratando de establecer un
estilo decente y transparente de hacerlas cosas. Dos virtudes que no suelen
verse juntas. Mejor dicho, que no suelen verse en nuestros políticos. Y eso ya es un huevo.